1/8/13

Querido desconocido.

Prometías estar siempre conmigo, pero tu mirada te delataba. No era una mirada que gritara a los cuatro vientos que mentías, no. Podría leer en tu retina las ganas y la frustración que mis ganas de amarte provocaban. Como quien quiere, pero no puede.

"Querer y no poder"...

No lo entendí hasta que te tuve enfrente y pude ver el cansancio en tu rostro. Los kilómetros de más y los besos de menos hicieron mella en ti. Y en mi. La diferencia es que a mi me vencieron las ganas y a ti, las dudas.

Querer tenerte el resto de mis días (y noches) en mi cama, y no poder.
Querer ser la envidia de la Luna cuando me mirases a mi y no a ella, y no poder.
Querer compartir cama y sueños contigo, querer despertarme antes que tú y grabar ese momento a fuego lento en mis ojos y, de nuevo, no poder.
Querer ser tu musa en los días de inspiración, y no poder.
Querer ser tu último primer beso, y no poder. Definitivamente, no poder.

Porque ahora está ella. Y ya no cogerás el autobús para venir a verme a mi. Las estación ya no recordará cómo nos amábamos los días de lluvia, ni recordará nuestras despedidas. Las escaleras mecánicas no volverán a conocer lo que es amar de verdad. Esos asientos escondidos no volverán a ser testigos de nuestro amor. "Nuestro amor", joder, que bien sonaba, ¿verdad?
Me acostumbré a hablar de mí en primera persona del plural y ya nunca un "nosotros" me parecerá tan bonito como el que tú y yo formábamos.

Qué coño, no quiero otro "nosotros" que no sea contigo.

A veces, deseo con todas mis fuerzas no haberte conocido nunca. No haberme rendido a tu sonrisa aquella fría tarde de Febrero.
Pero me has dado tanto... que tropezaría contigo mil veces más. Porque eres como una jodida enfermedad crónica.

Y te confieso que, joder, no quiero curarme de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario