11/11/12

¿Qué nos pasó?

¿Quién fue el culpable? Fui yo, ¿verdad? Dime, ¿qué hice mal? Si te di todo de mi, y más. ¿Recuerdas cuando no podíamos estar más de un día sin hablar? Todo parecía tan perfecto... Y ahora, no podemos mirarnos a los ojos sin tener que aguantar las lágrimas. Somos incapaces de pronunciar palabra sin que aparezca ese nudo en la garganta y unas ganas irremediables de abrazarnos y volver al principio. ¿Has olvidado todas esas noches en las que hablábamos hasta las tantas? Las sonrisas al otro lado del teléfono, los calambres que recorrían mi cuerpo de la cabeza a los pies y las ilusiones al final de cada llamada prometiendo nos veríamos pronto.
¿Qué nos ha pasado? Ahora las palabras entre nosotros son frías, como las lágrimas descendiendo por mis mejillas al ver como lo perdemos todo, como las sonrisas ahora vacías, como mis manos sin las tuyas, como el otro lado de tu cama sin mi retorciéndome por tus cosquillas. El frío ahora predomina en mi vida, tus ojos eran esa luz que me daban calor cuando mi casa se encontraba junto a tus párpados. ¿En qué preciso momento sustituimos las mariposas en el estómago por las punzadas en el corazón? Todo era más fácil cuando sentía tu aliento en mi cuello, cuando me sentía segura entre tus brazos. Ahora todo carece de sentido, me siento pequeña. Nos quedaba tantísimo amor y, en cambio, solo dejar salir al dolor.

3/11/12

Desearía que estuviese aquí.

Desearía que fuese Febrero para volver a sentir esos nervios antes de verle por primera vez. Desearía volver a aquel preciso momento en el que fui corriendo a abrazarle. Si pudiese, desearía volver al minuto exacto en el que el mundo entero se paró en aquel famoso parque de Madrid y me besó. Aquel mágico momento.
Desearía volver uno, o quizás dos meses atrás para remediar el dolor. Desearía olvidarme de la noche en que me fui, porque cada día duele más. Desearía perderme lejos, pero desearía que él viniese a buscarme. Que me abrazase y me prometiese que todo iba a ir bien, que lo malo se ha acabado.
Desearía volver a empezar de cero, con él a mi lado. Desearía ser la razón de sus sonrisas, de sus suspiros y ser la destinataria de cada "te quiero" susurrado por sus labios.  Desearía abrazarle aunque fuese por última vez. Desearía decirle que me enamoré de él, que estoy perdida porque no recuerdo como vivir sin su sonrisa. Quisiera decirle que no le odio, que no me importa el dolor, que cada noche me duermo abrazando nuestra fotografía. Desearía que estuviese aquí, de nuevo.
Desearía cumplir aquel para siempre que prometimos una tarde entre besos y susurros.

Nos enamorados del amor.

Una vez leí que no nos enamorábamos de la persona en sí, sino del amor. Al principio no lo entendía, pero últimamente todo cobra su sentido. Nos enamoramos de las caricias, de la piel de gallina al tacto con su piel. Nos enamoramos de las despedidas, de los besos que parecen eternos y de las carreras hacia sus brazos en una estación llena de gente. Nos enamoramos de la sensación de felicidad. De los espacios, ahora rellenos, entre los dedos de nuestras manos. Nos enamoramos de la desesperación cada noche esperando una llamado o un mensaje. Las peleas, los celos sin sentido y la necesidad de tener a menos de dos centímetros a la otra persona para sentirte completa. Todo eso nos enamora. La felicidad, el dolor, el cosquilleo, las punzadas en el corazón, el pensamiento permanente... Nos enamoramos del sentimiento. Pero también es verdad, que no con todas las personas es igual, por eso, a veces deja una huella diferente, mayor. Dejando un dolor placentero con el que aprendes a vivir.
 Si has amado, sabrás de que hablo.