6/8/13

Quiéreme si te atreves.

«Y entonces vino lo peor: nada.
Nada de nada durante lo que me parecieron diez años, nada durante 3.652 días y 3.653 noches.
Se acabó el juego, los juegos, la sal de mi existencia. He equivocado mi vida como los protagonistas de las tragedias de Jean Racine.
¿Dónde estoy? ¿Qué he hecho? ¿Qué debo hacer ahora? ¿Qué arrebato me arrastra? ¿Qué dolor me atenaza?
No puedo saber si debo amar u odiar.
Él me ha matado, asesinado, degollado, follado, y muchas otras rimas tontas.
Hasta que acabé por considerarlo parte del pasado; y por conformarme con la insípida felicidad de mi existencia.

Hasta que una noche decidiste regresar, y saboreé de nuevo la verdadera felicidad...
Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico, ¡Grandioso!
Era lo mejor del mundo... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, crack, porros, hierba, marihuana, éxtasis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD.
Mejor que el sexo, que un orgasmo, que un 69, una orgía, el kamasutra, las bolas chinas. Mejor que la comida y la mantequilla de maní que comía de pequeña.
Mejor que la trilogía de George Lucas, que el fin del milenio. Mejor que los andares de Emma Pill, el baile de Marilyn Monroe, la Pitufina, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford.
Mejor que la cara B de Abbey Road, que los solos de Jimi Hendrix.
Mejor que el pequeño paso de Neil Armstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro.
Mejor que la testosterona de Arnold Schwarzenegger o el colágeno de los labios de Pamela Anderson. Mejor que Woodstock y las rages más orgásmicas... Mejor que las drogas del Marqués de Sade, Arthur Rimbaud, Jim Morrison y Castaneda.

Mejor que la libertad. Mejor que la vida».








1/8/13

Querido desconocido.

Prometías estar siempre conmigo, pero tu mirada te delataba. No era una mirada que gritara a los cuatro vientos que mentías, no. Podría leer en tu retina las ganas y la frustración que mis ganas de amarte provocaban. Como quien quiere, pero no puede.

"Querer y no poder"...

No lo entendí hasta que te tuve enfrente y pude ver el cansancio en tu rostro. Los kilómetros de más y los besos de menos hicieron mella en ti. Y en mi. La diferencia es que a mi me vencieron las ganas y a ti, las dudas.

Querer tenerte el resto de mis días (y noches) en mi cama, y no poder.
Querer ser la envidia de la Luna cuando me mirases a mi y no a ella, y no poder.
Querer compartir cama y sueños contigo, querer despertarme antes que tú y grabar ese momento a fuego lento en mis ojos y, de nuevo, no poder.
Querer ser tu musa en los días de inspiración, y no poder.
Querer ser tu último primer beso, y no poder. Definitivamente, no poder.

Porque ahora está ella. Y ya no cogerás el autobús para venir a verme a mi. Las estación ya no recordará cómo nos amábamos los días de lluvia, ni recordará nuestras despedidas. Las escaleras mecánicas no volverán a conocer lo que es amar de verdad. Esos asientos escondidos no volverán a ser testigos de nuestro amor. "Nuestro amor", joder, que bien sonaba, ¿verdad?
Me acostumbré a hablar de mí en primera persona del plural y ya nunca un "nosotros" me parecerá tan bonito como el que tú y yo formábamos.

Qué coño, no quiero otro "nosotros" que no sea contigo.

A veces, deseo con todas mis fuerzas no haberte conocido nunca. No haberme rendido a tu sonrisa aquella fría tarde de Febrero.
Pero me has dado tanto... que tropezaría contigo mil veces más. Porque eres como una jodida enfermedad crónica.

Y te confieso que, joder, no quiero curarme de ti.

I know what is like to be dead.

Hace tiempo que vivo por vivir, sin motivo alguno. Como si alguna pieza del generador de fuerzas de mi día a día se hubiese desencajado. Vas perdiendo a gente, ganando decepciones y siendo herida por mil balas que ni la música es capaz de frenar, y es entonces cuando todo empieza a parecer cuesta arriba, casi vertical.