Porque cuando estas mal, puedes volver a sonreír poco a poco. ¿Pero si no sientes nada?
Si, si. Esta es la parte de la historia en la que aparece una persona que te enseña a ser fuerte, a volver a sentir cada sonrisa, a vivir cada día como si fuese el último. Pero esto es diferente. Por más que espero, no llega nadie. Y las pocas personas que pensaba que había, se van disipando con el tiempo. Como el humo del tabaco, está ahí, puedes olerlo, notas como molesta a tus ojos, hasta que desparece. ¡CHAS! Ya no lo ves, no está. Y es cuando empieza a joderte. Pues lo mismo pasa con las amistades; crees que tienes suficientes amigos, que nunca estarás sola. Y todo se convierte en una monotonía: caes una vez, y están ahí y tú estás para ellos; caes otra vez, y siguen ahí y tú estás para ellos; vuelves a caer, y están la mitad, y tú sigues estando para todos; y otra vez, pero ahora, los que quedaban ya casi ni se preocupan porque se cansan de ti, pero tu sigues estando para todos; y una vez más, caes, y todos se han cansado de soportarte, de escucharte, pero tu no fallas a nadie, jamás. Y así pasa, que cuantas más veces caigas o cuanto más muestres tu debilidad, más sola te quedas. Hasta que ya no queda nadie, y tienes que empezar de cero. Volver a creer en la gente, valorarte más a ti misma. Y cuando vuelvas a subir a flote, tú sola, serás más feliz que nadie. Y entonces, todos pensarán que eres una puta
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