Podría decir con
seguridad que eres de las personas a las que más debo y a las que más
necesito a día de hoy y en un futuro seguramente también.
Y
llamame pesada, repetitiva, tonta... pero hasta quedarme sin voz te
daré las gracias. Te quiero, Ainhoa. Te quiero muchísimo. No podría
permitirme jamás el perderte. No podría permitir que te perdieses. Y
aunque sé que no siempre tengo las palabras adecuadas para frenar tus
caídas, te juro que estar, estaré siempre. Y siempre nos levantaremos
juntas de cada golpe, ¿recuerdas? De la mano. Que mi camino no lo sigo
si miro a mi lado y no te veo, me niego.
Nos espera un año duro, un
ano donde hablaremos seguramente poco, pero en tus momentos de flaqueza,
cuando ya ni confíes en ti misma, estaré aquí. Y si no puedo estar en
ese momento, lee esto. Recogelo todo en una nota, o pídemelo luego. Para
que lo leas cada vez que no puedas más, para tener un respaldo donde
apoyarte cuando las piernas o el corazón se cansen de continuar. Cuando
el dolor sea demasiado, hay alguien que, desde Madrid, te pondrá
anestesia.
Espero que hayas tenido y tengas el cumpleaños que te mereces y que, tengas también, la felicidad que nadie más se ha ganado.
Porque
tú, y no seré la primera ni la última que te lo dice, tendrías que
tener una sonrisa tan grande como tu corazón (aunque no haya tanto
espacio en la boca).
Nunca olvides que tu hermana de corazón está celebrando este día contigo, a cada segundo. Que nada ni nadie te estropee tu día.
Que el mundo calle, que hoy mandas tú.
Te quiero mucho, Ainhoa, feliz cumpleaños y que sean los mejores 17 años que el universo jamás ha presenciado.