Tuvo final aquel amor que parecía infinito.

Nada es para siempre, y nosotros no eramos una excepción. Luchamos contra todo lo que se nos ponía en medio. Distancia, tiempo, terceras personas, celos, discusiones tontas...podíamos con todo. Eramos uno sólo, entre cientos de kilómetros. Nos quisimos como nunca, y te di lo mejor de mi. No, no me arrepiento de haberte entregado hasta la última gota de mi felicidad. Pero llega un momento, en que todo se vuelve negro y no sabes qué hacer. No le ves escapatoria a nada, y seguir con todo este dolor, sería como un suicidio a largo plazo. Nunca dijeron que el amor de tu vida fuese aquel con el que formases una familia, si no aquel que desde el primer momento te robó gran parte de ti, para transformarla en ganas de tenerle cerca, de quererle y no cansarte nunca.
He encontrado al amor de mi vida, pero el destino me lo ha arrebatado de las manos sin opción alguna de que se quedara. Se acabó. Volvemos a ser dos almas en busca de la felicidad, por separado. Tan solo espero que el la encuentre, que cuando la tenga, que ella le haga tan feliz que no baje jamás de las nubes y que cuando la tenga, sienta que es el chico más afortunado del planeta, aunque más afortunada será ella, por tenerle cerca.
¿Mi felicidad? Se encuentra en cada sonrisa suya, en cada milímetro de su piel que un día pude tener cerca, en los recuerdos y en los sueños que no serán nada más que eso. Mi felicidad estará cuando él mire a alguna a los ojos, y se acuerde de mi. Que aunque sea una milésima de segundo recuerde que le di todo de mi hasta no sentir, que recuerde todo lo que conmigo vivió, cada segundo, cada broma, cada te amo, cada fecha, cada mes. Que recuerde aquella noche tirados en el césped donde empezó todo. Y que nunca, nunca, nunca olvide que siempre me hizo sentir la chica más feliz del planeta, que me dan igual ya los malos momentos. Que con él, aprendí a amar.
Gracias por estos nueve meses a tu lado...